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martes, 18 de agosto de 2015

Don McLean - And I Love You So



Don McLean - And I Love You So


And I love you so,
The people ask me how,
How I've lived till now
I tell them "I don't know"

I guess they understand
How lonely life has been
But life began again
The day you took my hand

And yes I know how lonely life can be
The shadows follow me
And the night won't set me free
But I don't let the evening get me down
Now that you're around me

And you love me too
Your thoughts are just for me
You set my spirit free
I'm happy that you do

The book of life is brief
And once a page is read
All but love is dead
This is my belief

And yes I know how loveless life can be
The shadows follow me
And the night won't set me free
But I don't let the evening bring me down
Now that you're around me

And I love you so
The people ask me how,
How I've lived till now
I tell them "I don't know"



miércoles, 15 de abril de 2015

No soy de aquí, ni soy de allá

Me gustan los que se callan y me gustan los que cantan, y de tanto andar conmigo me gusta lo que me pasa. Me pasan cosas como ésta, aunque no tenga importancia andar contándole a todos todas las cosas que pasan. Porque uno no vive solo y lo que a uno le pasa le está sucediendo al mundo, única razón y causa. Pues todito es tan perfecto porque perfecto es Dios, que se mueve alguna estrella cuando arranca una flor, por eso si hay uno, hay dos. Supe del diablo la noche que al hambriento dije no, también esa noche supe que el diablo es hijo de Dios. Ando solo por la vida con un tono y dominante modestamente cantor sin pretensión de enseñar, porque si el mundo es redondo no se que es ir adelante, andar y andar, siempre andando nada mas que por andar. No vine a explicar al mundo, sólo vine a tocar. No quiero juzgar al hombre, al hombre quiero contar. Mi condición es la vida y mi camino cantar, cantar y contar la vida es mi manera de andar. Un día llegue a Tandil y conocí a un anciano que a falta de inteligencia se le dio por ser muy sabio, le pregunté por Jesús una noche al lindo viejo y ahí mismo lo conocí, cuando me alcanzó un espejo. Yo bailo con mi canción y no con la que me tocan, yo no soy la libertad, pero sí el que la provoca. Si ya conozco el camino pa' que he de andar al costado, si la libertad me gusta, pa' que he de vivir de esclavo. Elegir, yo siempre elijo más que por mi, por mi hermano y si he elegido ser águila fue por amor al gusano. Prefiero seguir a pie y no en caballo prestado, alguien por una manzana va siempre quedando a un lado, siempre se llega primero el que va más descargado. El día que yo me muera no habrá que usar la balanza, pues pa´ velar a un cantor con una milonga alcanza. Doy la cara al enemigo, la espalda al buen comentario porque el que acepta un halago empieza a ser dominado. El hombre le hace caricias al caballo, pa´ montarlo. Perdón si me propasé y me puse moralejo, nadie puede dar consejos, no hay hombre que sea tan viejo. Me pongo el sol al hombro y el mundo es amarillo. Me gusta andar, pero no sigo el camino pues lo seguro ya no tiene misterio. Me gusta ir con el verano muy lejos pero volver donde mi madre en invierno. Y ver los perros que jamás me olvidaron y los caballos y los abrazos que me dan mis hermanos, me gusta… me gusta… me gusta…





Me gusta el sol, Alicia y las palomas, el buen cigarro y la guitarra española, saltar paredes y abrir las ventanas y cuando llora una mujer. Me gusta el vino tanto como las flores y los conejos pero no los tractores el pan casero y la voz de Dolores y el mar mojándome los pies. No soy de aquí ni soy de allá no tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad. Me gusta estar tirado siempre en la arena o en bicicleta perseguir a Manuela o todo el tiempo para ver las estrellas con la María en el trigal. No soy de aquí ni soy de allá no tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad. La ra la ra..."



martes, 7 de abril de 2015

DIEZ CLAVES PARA EDUCAR UN HIJO FELIZ





Educar es una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos los padres. Y, aunque no existen fórmulas mágicas, sí hay algunas cuestiones clave que tenemos que manejar con soltura. Nunca es pronto para comenzar a educarle. Estas son las reglas básicas para conseguir que tu hijo crezca feliz.

1. Un ejemplo vale más que mil sermones

Desde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.
Podemos aprovechar las costumbres cotidianas -como saludar, comportarnos en la mesa, respetar las normas al conducir- para que adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen responsabilidades.
De nada sirve sermonearle siempre con la misma historia si sus padres no hacen lo que le piden.

2. Comunicación, diálogo, comprensión

Las palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos mejor y expresar todo aquello que sentimos. Por eso, incluso durante el embarazo, hay que hablar al bebé.
Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin prisas, contarle cuentos y también dejar que él sea quien nos los cuente.
¿Has probado a hacerle una pregunta que empiece con «Qué piensas tú sobre...»? Así le demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá querido y escuchado.

3. Límites y disciplina, sin amenazas

Hay que enseñarle a separar los sentimientos de la acción. Las normas deben ser claras y coherentes e ir acompañadas de explicaciones lógicas.
Tienen que saber lo que ocurre si no hace lo que le pedimos. Por ejemplo, debemos dejarle claro que después de jugar tiene que recoger sus juguetes.
Es importante que el niño -y también nosotros- comprenda que sus sentimientos no son el problema, pero sí las malas conductas. Y ante ellas siempre hay que fijar límites, porque hay zonas negociables y otras que no lo son. Si se niega a ir al colegio, tenemos que reconocerle lo molesto que es a veces madrugar y decirle que nosotros también lo hacemos.

4. Dejarle experimentar aunque se equivoque

La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física y emocionalmente, pero con límites.
La sobreprotección a veces nos protege a los padres de ciertos miedos, pero no a nuestro hijo. Si cada vez que se cae o se da un golpe, por pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarle, estaremos animándole a la queja y acostumbrándole al consuelo continuo. Tenemos que dejarles correr riesgos.

5. No comparar ni descalificar

Hay que eliminar frases como «aprende de tu hermano», «¿Cuándo vas a llegar a ser tan responsable como tu prima?» o «eres tan quejica como ese niño del parque».
No conviene generalizar y debemos prescindir de expresiones como «siempre estás pegando a tu hermana» o «nunca haces caso».
Seguro que hace muchas cosas bien, aunque últimamente se esté comportando como un verdadero «trasto». Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera.
Frases como «tú puedes nadar igual de bien que tu hermano, inténtalo. Ya lo verás» transforman su malestar en una sonrisa y le animan a conseguir sus metas.

6. Compartir nuestras experiencias con otros padres

Puede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo, algo muy frecuente a determinadas edades, puede dejar de ser una fuente de angustia tremenda y convertirse, simplemente, en una fase dura pero pasajera. Frases como «no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo», pueden ayudarnos a relativizar los «problemas» y, por tanto, conseguir que nos sintamos mejor y actuemos más tranquilos.
Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo actuar, siempre podemos consultarlo con un profesional. No tenemos nada que perder.

7. Hay que reconocer nuestras equivocaciones

Tenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que seamos malos padres. Lo importante es reconocer los errores y utilizarlos como fuente de aprendizaje.
Una frase sencilla como «perdona cariño, refuerza su buen comportamiento y nos ayuda a sentirnos bien.

8. Reforzar las cosas buenas

Está comprobado que los refuerzos positivos gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más eficaces a la hora de educar que los castigos. Por eso siempre debemos darle apoyo afectivo y dejar que sea él el que, según su capacidad, resuelva los problemas.
Los niños son muy sensibles y los calificativos como «tonto» o «malo» les hacen mucho daño y pueden afectar de modo negativo a la valoración que tienen de ellos mismos.
Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentirse valiosos y queridos. Si le premiamos con caricias, abrazos o palabras como «guapo» o «listo», estamos construyendo una buena autoestima.
Tan importante como rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.

9. No hay que pretender ser sus amigos

Aunque siempre conviene fomentar un clima de cercanía y confianza, eso no significa que debamos ser sus mejores amigos.
Mientras que entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencia, protección pero también nuestras normas.
Buscar su aprobación continua para todo puede ser un arma de doble filo, ya que la amistad también es admiración y confianza y le resultará muy difícil confiar en nosotros si no sabemos imponernos.
Un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.

10. Ellos también tienen emociones

A veces pensamos que solo nosotros nos sentimos contrariados y que los niños tienen que estar todo el día felices. Pero también tienen preocupaciones.
Su mundo emocional es igual o más complejo que el nuestro, por eso conviene dar importancia a sus emociones y ser conscientes de ellas. Debemos ayudar a nuestro hijo a poner nombre y apellido a lo que experimenta y siente.

Nuria Corredor